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La escuela Pompeu Fabra de Mollerussa pone de moda la biblioteca escolar

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Bernat Ferrer

El alumnado de 6.º de la escuela Pompeu Fabra se implica de manera voluntaria en el funcionamiento de la biblioteca escolar durante los patios, captando el interés de los más pequeños

Ir a la biblioteca durante la hora del patio se ha convertido en una actividad muy estimulante para el alumnado de la escuela Pompeu Fabra de Mollerussa (Cataluña). Desde hace tres años, los niños y niñas de 6.º actúan como bibliotecarios, supervisados por una maestra, y los niños de cursos inferiores ansían verlos. En un momento en el que lo digital parece que domina los intereses de la mayoría de niños y niñas, este centro ha conseguido crear una dinámica que fomenta sobremanera el gusto por la lectura.

La maestra Núria Balagué, que cuenta con una formación complementaria en biblioteca escolar, explica: «Una tarea que nos propusimos fue intentar captar el interés del alumnado de 6.º y darles mucho protagonismo. Cada día realizan el servicio de “bibliopatios”, ayudando a los pequeños a leer, asesorándolos en aquello que pueden, llevando a cabo el préstamo y la devolución… Les gusta la conexión que se crea con los pequeños, y unos y otros salen de su grupo de siempre y tienen la oportunidad de romper dinámicas, interactuar. Además, con esta acción reivindicas un espacio que, en los tiempos actuales, podría no ser muy atractivo, como es la biblioteca. ¡Y podemos decir que los niños tienen ganas de ir a la biblioteca!»

Por lo que la biblioteca se ha convertido en un espacio más de las horas de recreo del centro, como lo son las zonas de rocódromo, el patio o la zona de pícnic. Cada curso tiene unos días específicos en los que se puede ir —por ejemplo, I-3 los lunes; I-4, los martes…—, y Balagué asegura que allí se crean «dinámicas muy bonitas».

El alumnado de 6.º recibe una formación básica en Biblioteconomía para poder realizar las tareas correctamente. «A finales de 5.º invitamos a un profesional que les explica cuál es la tarea del bibliotecario e imparte algunas nociones. A principios de 6.º les preguntamos si quieren ser voluntarios y la respuesta suele ser positiva. ¡Este año todos dijeron que sí! Y con los que acceden realizamos otra sesión más específica sobre gestión bibliotecaria», detalla.

El día a día del «bibliopatio» lo coordinan dos maestras del colegio, que son las responsables del espacio, y siempre están disponibles para resolver las dudas que puedan surgir a los alumnos. Ellos tienen unas guías que les ayudan a realizar las tareas básicas de la biblioteca, con lo que son prácticamente autónomos.

Que la propuesta haya sido un éxito no quita que Balagué reivindique la necesaria figura del bibliotecario escolar, como aquel que dedica muchas horas a promover activamente la lectura.

Cada día realizan el servicio de “bibliopatios”, ayudando a los pequeños a leer, asesorándolos en aquello que pueden, llevando a cabo el préstamo y la devolución.

«Bilbioretos»

Trimestralmente, la biblioteca organiza un reto para incentivar aún más la lectura. Por ejemplo, durante el trimestre que se dedicó a los cómics, al alumnado de Infantil se le preguntaba a qué gato le gustaba comer lasaña, y al alumnado de Ciclo Superior de Educación Primaria se le proponía un crucigrama con preguntas referentes a un cómic. Entre los participantes al reto se sorteó un libro.

Sin embargo, para que una biblioteca sea atractiva, no basta con que haya «bibliotecarios» que organicen actividades. Es necesario tener un fondo literario que sea de interés para sus usuarios y en Cataluña a veces no es posible, puesto que el presupuesto de la Consejería para financiarlos es escaso. «Nos organizamos a nivel interno de escuela», explica Balagué, para garantizar una «selección de libros basada en los criterios pedagógicos, las recomendaciones de los especialistas y las preferencias del propio alumnado, con el fin de tener una oferta variada y motivadora. Únicamente con un catálogo atractivo y adecuado se puede fomentar el hábito lector y el aprendizaje significativo».

Por lo tanto, el proyecto pone en valor la biblioteca escolar, en un momento en el que muchas escuelas no disponen de tal equipamiento. El proyecto propone un cambio que significa colocar la biblioteca en un lugar central y preeminente en el centro educativo, reivindicando este espacio como un lugar fundamental de recursos educativos.

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