✏ Bernat Ferrer
El galardón con el jurado más amplio del mundo fomenta la lectura crítica y la participación activa de los jóvenes en Cartagena y más allá
Que tu obra literaria se enfrente al veredicto de 8000 jóvenes es una ardua tarea. Este es precisamente el reto que superan cada año los ganadores del Premio Mandarache que otorga el Ayuntamiento de Cartagena (Murcia), tales como Cristina Fernández Cubas, Paco Roca, Miguel Ángel Ortiz, Fernando León de Aranoa, Clara Sánchez, Kiko Amat, Andreu Martín… Sin embargo, tal implicación juvenil conlleva que, más allá de los premios, el propio proceso anual de deliberación se convierta en sí mismo en un acto de empoderamiento y de reivindicación de unos gustos no necesariamente adaptados a los cánones mainstream.
Los premios se concibieron en el curso 2004/05 desde la Concejalía de Juventud del Ayuntamiento de Cartagena después de constatar que los hábitos de lectura de la población juvenil eran más bajos de lo deseable, precisamente en una región que acumula una de las tasas de Abandono Escolar Prematuro (AEP) más bajas del país. De modo que crearon un proyecto de activación cultural mediante metodologías de promoción de la ciudadanía activa, en el que la lectura deja de ser una actividad que se desarrolla en la soledad del hogar y pasa a ser un acto colaborativo y que genera comunidad.
«Los jóvenes no únicamente votan; no únicamente son receptores, sino que participan en las actividades que rodean al premio como agentes activos», explica Alberto Soler, coordinador del programa. Entre enero y marzo, cuando el jurado ya ha determinado cuáles son las obras finalistas, este gran jurado juvenil organiza múltiples actividades con los autores, tanto para debatir sobre su obra como para conocerlos más directamente. Y durante dos o tres días de marzo, los autores se desplazan a Cartagena y participan en múltiples actividades. «¡Ven e interactúan con unas 2000 personas en dos o tres días!», exclama Soler. En abril tienen lugar las votaciones en línea y, en mayo, los ganadores vuelven a Cartagena para recoger el premio.

Este momento de descubrimiento del autor, de trabajar su obra más allá de la lectura… es esencial para que el veredicto llegue a buen puerto, según el comité organizador. «Puedes votar cuando tienes toda la información, cuando has participado en todo el proceso», detalla Soler, en un ejemplo claro de deliberación comunitaria con conocimiento de causa.
No obstante, el propio proceso de selección de las obras finalistas también es en sí mismo otro gran proceso. «¡Nos damos una panzada literaria: leemos unos 170 títulos anuales! En el grupo promotor somos unos 40-50 profesores voluntarios, bibliotecarios, madres, moderadores de clubes de lectura… que nos reunimos unas 15 veces al año para seleccionar a los seis finalistas», detalla Soler. «Y como administración pública, también intentamos atender a la bibliodiversidad, para diversificar un canon que muchas veces tiene un sesgo muy claro.»
Los premios se dividen en dos categorías: el originario Premio Mandarache, dirigido a jóvenes de entre 15 y 30 años, y el Premio Hache, orientado a lectores de 12 a 14 años.
Los jóvenes no únicamente votan; no únicamente son receptores, sino que participan en las actividades que rodean al premio como agentes activos.
Más que un simple premio literario
«¡Meter libros en casa tiene impacto en la vida familiar!», exclama Soler. «Mandarache tiene un impacto más allá de las personas inscritas en el jurado, ya que se crean entornos literarios favorecedores. Cualitativamente hablando, hemos visto cómo el proyecto cambia vidas. No solo impacta en los jóvenes, sino también en casa, puesto que las madres y los padres empiezan a leer más, comentan las obras con sus hijos… Y esto convierte la lectura en un acto colectivo que crea vínculos», sostiene.
Por ejemplo, los 20 clubes de lectura que hay en Cartagena y alrededores, en los que participan más de 500 personas mayores de 30 años, también leen las obras finalistas, favoreciendo así un clima lector y de referentes compartidos. Además, con el paso de los años, la iniciativa también ha implicado a las ciudades hermanas de Cartagena de Indias (Colombia) y Cartagena (Chile), en las que los jóvenes también leen, debaten y votan las obras finalistas, hecho que contribuye a tejer complicidades globales.
Gracias a un proceso pensado para democratizar el acceso a la lectura y desarrollar habilidades críticas en los jóvenes, los premios han contado con más de 82.900 lectores a lo largo de sus dos décadas de trayectoria.