✏ Bernat Ferrer
El proyecto de apadrinamiento lector en Castropol fomenta la lectura y crea lazos entre alumnos de distintas edades, transformando la escuela en un epicentro cultural
Juntar a niños de distintas edades para que unos aprendan de otros, en pleno 2025, puede que no sea muy innovador. Pensarlo en 2005 en la Asturias rural… fue rompedor. Y con un impacto innegable tanto entre el alumnado de la escuela como en el conjunto de los habitantes del municipio y la comarca. Mediante el proyecto «Apadrinar la lectura: compromiso comunitario en Castropol», los alumnos de los cursos superiores (5.º y 6.º de Educación Primaria) se constituyen en padrinos y madrinas de los cursos inferiores para leerles algún libro e introducirlos así en el universo literario. «Los mayores dedican su tiempo a los más pequeños, y estos piensan: “¡Si lo hacen los mayores es que está bien!” Y lo asimilan por imitación, ya que no es una cosa de “adultos”, sino que los “héroes” son los mayores del cole», explica Manuela Busto, responsable de la Biblioteca Municipal.
«Conseguimos una interacción muy buena entre el alumnado», asegura. Una vez al mes, todo el colegio se convierte en un gran centro de lectura, creando un ambiente relajado que fomenta el disfrute y el aprendizaje: «Cada padrino tiene 3-4 ahijados, y estos pequeños grupos se distribuyen por todo el espacio del colegio: los jardines, las zonas de juego, los patios… El padrino o la madrina elige el mejor lugar, y allí les regala su tiempo a los pequeños en compañía de un libro. Así se demuestra que la lectura es positiva». Desde la biblioteca proponen las lecturas, en coordinación con la biblioteca escolar. «Vamos cambiando la oferta en función de los temas que se trabajan en la escuela: la naturaleza, la poesía, el medio rural, los países…».

Además de leer, los alumnos a menudo realizan actividades complementarias como dibujos, recetas o representaciones teatrales basadas en los textos, e implican también a otros actores de Castropol. «¡Es una cosa maravillosa! Es un proyecto pequeño, pero muy grande en cuanto a sus consecuencias», reivindica Busto. Los profesores y las familias destacan cómo ha mejorado la convivencia en los patios y la comunicación entre los alumnos de diferentes edades. La implicación de los mayores no solo inspira a los más pequeños, sino que también refuerza en ellos mismos el sentido de responsabilidad y liderazgo.
El proyecto culmina cada año con una ceremonia de graduación para los alumnos de 6.º, en el que se les entrega un diploma y los pequeños muestran su gratitud. Además, cada promoción cuenta con un «padrino de honor», que imparte una conferencia. Han jugado este rol la catedrática de Lengua y Literatura de la UB Rosa Navarro Durán, la exdirectora de la Biblioteca Nacional de España Ana Santos Aranburu, el exdirector del parque de Doñana Miguel Delibes de Castro, la matemática Clara Grima… Gracias a la implicación de la Fundación Princesa de Asturias se consigue llegar a todas estas personalidades, que, a partir de ese momento, pasan a estar estrechamente vinculadas emocionalmente con Castropol.
Una vez al mes, todo el colegio se convierte en un gran centro de lectura, creando un ambiente relajado que fomenta el disfrute y el aprendizaje.
Superar la idea inicial
La idea originaria no surgió de una visión pedagógica, sino de la reivindicación del derecho de los niños al acceso a la cultura. «Castropol es un consejo muy extenso donde acuden niños que viven lejos. Y como la biblioteca está en el centro del pueblo, algunos de ellos difícilmente venían, con lo que nos planteamos cómo ofrecer las mismas oportunidades, cómo garantizar el acceso en igualdad de condiciones a todos los niños y niñas de la villa. Esa fue la chispa inicial, ¡pero luego inmediatamente vimos lo enriquecedor que era! Nos dimos cuenta de que el método tenía además un impacto pedagógico, que iba más allá de la motivación inicial», explica Busto.
El programa, de hecho, se ha ido ampliando con una visión comunitaria. Por ejemplo, con la iniciativa «Nos cuentan», que implica que una gran diversidad de personas del pueblo —antiguos maestros, usuarios de la biblioteca en general, Policía, Guardia Civil, enfermeras, médicos, marineros…— vaya al colegio a contar sus experiencias con la lectura, a explicar cómo siguen leyendo de mayores, cómo se iniciaron… «Empezó siendo una propuesta bibliotecaria… y ahora se ha implicado toda la comunidad», asevera.
Estos 20 años dan para muchas anécdotas e historias entrañables, entre las que sobresalen las de los antiguos alumnos que, tras participar como padrinos en sus primeros pasos, ahora ven a sus hijos e hijas disfrutando de la misma experiencia como ahijados. E incluso algunos se han convertido en profesores e intentan replicar esta metodología en sus escuelas.