✏ Bernat Ferrer
La Fundació Sant Vicenç de Paül de Figueres (Catalunya) centra sus esfuerzos en fomentar la lectura entre los jóvenes, una vez los programas para niños finalizan
El programa Lecxit de la Fundació Bofill centra su intervención en niños y niñas de Primaria. Pero desde la Fundació Sant Vicenç de Paül de Figueres (Catalunya) querían orientar su acción lectora a las necesidades de la población a la cual atienden, que es principalmente joven, así que, inspirándose en Lecxit, inventaron el programa ‘Llegim’, una extensión juvenil del programa. “Hace 18 años que empezamos el proyecto socioeducativo KSAMEU para adolescentes y jóvenes. Nuestra experiencia, pues, es mayor en estas edades, y detectamos que en Secundaria aún existe dificultad lectora. Es por este motivo que decidimos crear un proyecto similar a Lecxit”, explica Maria Solés, directora de la entidad.
“Los jóvenes quedan descolgados de muchos programas simplemente por ser jóvenes: ya no son niños, pero tampoco son adultos. Y por esto decidimos poner en marcha ‘Llegim’ durante el curso 23/24, con lecturas que fuesen atractivas para adolescentes y jóvenes”, explica Solés. “Valoramos muy positivamente que se motiven por la lectura, los ayudamos en la entonación, en la comprensión lectora… Creemos que un programa así en Secundaria tiene mucho sentido, ya que las dificultades escolares a las cuales se enfrentan en esta etapa son notables”, añade.
Durante el primer curso formaron 17 parejas lectoras, y todas “quedaron muy satisfechas”. “Se establece un vínculo muy positivo entre ellos –prosigue-. Una joven dijo que no tenía tiempo para continuar un curso más, pero cuando supo que su voluntaria estaba dispuesta a continuar, dijo que sí que quería repetir.”

El proyecto ‘Llegim’ se ha impulsado con la colaboración de la asociación Taberna Libraria, quienes ya promueven el programa Lecxit en la ciudad. “Lo hacemos conjuntamente, llevando nosotros más el peso en cuanto a jóvenes se refiere y los espacios. Taberna Libraria asume más la parte metodológica y la captación de las personas voluntarias” De hecho, hay parejas que llevan 3 años juntos, primero en Lecxit i ahora en Llegim”, detalla.
Figueres, capital de la comarca del Alt Empordà, proyecta una áurea de ciudad pudiente, con el Museo Dalí como buque insignia. Pero la realidad es más compleja: “Hay una gran cantidad de población en riesgo, muchas familias se encuentran en situación de vulnerabilidad severa. Hay problemas serios de trabajo muy precario, altos índices de absentismo entre la población de etnia gitana, colegios que mayoritariamente escolarizan niños de familias migrantes y en situación de pobreza ¡Somos la comarca con un mayor índice de desescolarización! Detectamos problemas serios de aprendizaje y nos preocupa que cuando los jóvenes cumplen 17 años abandonan los estudios.”
"Se establece un vínculo muy positivo entre ellos –prosigue-. Una joven dijo que no tenía tiempo para continuar un curso más, pero cuando supo que su voluntaria estaba dispuesta a continuar, dijo que sí que quería repetir."
Apoyo intensivo al voluntario
La fundación reivindica la necesidad de acompañar constantemente al voluntario para que se sienta parte de un proyecto mayor y continúe motivado para proseguir en su tarea. “Organizamos una reunión inicial dónde les explicamos en qué consiste su labor, mantenemos una reunión trimestral con todos los voluntarios para que se conozcan, se recomienden libros, compartan experiencias y creen comunidad lectora, y, al final del curso celebramos el acto de clausura”, expone. Este acto final tiene lugar en el salón de plenos del ayuntamiento, dotándolo así de gran solemnidad. Los jóvenes leen un fragmento del libro que quieren recomendar, la asociación Taberna Libraria les regala un libro y los voluntarios, una carta que les escriben expresamente. Los jóvenes, a su vez, les regalan a ellos un punto de libro. “De esta forma, cerramos el ciclo de forma bonita”, detalla Cecilia Gómez, coordinadora de voluntariado y de los programas de lectura.
En todas estas reuniones, la fundación también pone especial énfasis en dar herramientas a los voluntarios para saber cómo actuar con los jóvenes. “Por ejemplo, qué hacer si un chico les dice que normalmente ni desayuna ni cena. Es nuestro equipo educativo quien luego intervendrá, pero si el joven se abre anímicamente con el voluntario, le guiamos sobre cómo podría actuar. En estas sesiones de lectura, donde el voluntario dedica una hora de su tiempo exclusivamente al joven, hay mucho margen para que nazcan complicidades. Una hora a la semana durante todo el curso… da para mucho”, concluye.